martes, 17 de agosto de 2010

Para desviar la atención, adjetivos.

"Sus rastros me convocan en forma de interrogantes. Tus rastros me convocan en forma de interrogantes."

Olor real a licor cuando recreo (en mi cabeza) el beso oculto y surtes de saliva dulce el querer aleatorio, con tentaciones (en mi cabeza) arrebatadoras.

De cada día que se muestra recargado, algo de su bruma roja se disipa permisivamente. Deja ver un poco más, sólo un resquicio. Fracciones simples de área fértil que son barridas por nuevos ensayos estúpidos y ambiciosos.

Los proyectos son prometedores y sensuales, aunque no en el modo esperado. Húmedos, sólo porque los ojos se mojan previendo el siguiente estímulo no palpable. Es el deleite de todos menos un sentido. Es la satisfacción de todas menos una de las querencias, o dos, o tres. El placer de hacerlo (jugar, digo) es pícaramente adictivo y dibuja siluetas de una clase de perfección que desconocía.

Puedo dejarte tenerme un poco, poseer partes de mi secretamente. Te lo hago saber sin discreción y sin discreción gustas de ello. Te jactas de lo que ya tienes, empapas tus manos.

Bailando a distancia y a la par de la cadencia que has impuesto, camino por las aceras llenas de idiosincrasia del centro de la capital, y en ciertos momentos puedo sentir una de las cuerdas que me has lanzado, halando y suavemente horadando la trayectoria del escalofrío que me recorre desde la nuca hasta la parte baja de la espalda.

Luego viene el contacto que es raro. Tan raro que queda a veces opacado frente a palabras manifestantes o despedidas hechas de anhelo dependiente y una profunda complicidad. Un asunto que parece haber iniciado hace siglos en lugar de hace cuatro "horas".

Las insinuaciones de los otros poco afectan mi ímpetu calmado. La ambigüedad del asunto a veces podría matarme de la risa porque, en general, hablarte jamás ha sido un asunto muy explícito. Visto entrecerradamente, esto se convierte en algo tan valioso como la textura de arena muy fina agrupada en una tibia montaña, a disposición de dedos cansados de mar para su goce.
Si, anhelo algo de tu pasado. No sé que será, pero hay algo ahí que quisiera usufructuar. Será una querencia básica de tenerte de un modo más personal, algo muy humano que no viene al caso.

Quizás lo más curioso sea tu precisión homicida. Cualquier postura que de mi pudiera parecer segura, queda por ella instantáneamente aniquilada. Pequeñeces dirigidas a puntos exactos de mi persona que no conozco, ni quiero conocer bien pero que me hacen delirar. De vez en cuando siento recelo y algo de espanto de que escuches lo fuerte que mi cabeza grita "más".

En cualquier caso no deja de pasmarme el modo en que respondo, con inconcebible sumisión, a los requerimientos absurdos que me dejan seguir unida al engranaje y la manera en que deseo complacer los caprichos. Dicho acto de respuesta bien puede ser un evento visible, tanto como puede ser recóndito y oculto en búsqueda del pedestal tan pocas veces alcanzado de lo imperceptible.

La misma pregunta repetida mil veces tiene siempre otra respuesta. No la diré porque hacerlo sería destruir el hermoso trasfondo de este escrito moribundo.

Es que matar la complacencia así tan bajamente, le quita la diversión al acto de dormir sólo para ver si apareces por ahí y me deleitas. El manto de los sueños encubriendo la fechoría ya cometida.

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