La distancia que hay entre nosotros y el teatro es alarmantemente corta y se achica mientras más atención le regalamos. Más creible que nuestras absurdas vidas, sus tragedias a la luz artificial reflejada en tablones de madera hueca, son más entendibles. Los sentimientos fingidos en lágrimas maquilladas lucen vivaces ante la prueba directa de que en cada uno de nosotros espectadores, yacen cosas aún más falsas que esas que vemos en escena. Nos recrean. Suavizan lo que es más grave en lo cotidiano.
Entonces, y esto es una especie de defensa, no entiendo la crítica a mi impulso descontrolado de reirme ante una situación caótica. Entre gritos y diálogos de telenovela, muchas veces mi primera reacción es la carcajada que justifico como resultado de estar viendo una parodia de algo más real. Un libro, una obra, una película, todos juntos. Vuelan insultos y maldiciones, violencia somatizada en gritos y sacudidas de manos al aire en señal de reproche. Señalamientos físicos. Movimientos que parecen ensayados coreográficamente y se coordinan de un modo impresionante con las palabras articuladas como apuntadas por un guión plantilla. Leonardo Padrón, qué tipo.
Comprendo ampliamente que mi incontenible sonrisa puede llegar a dar la idea de estar disminuyendo la gravedad de la crisis a mano, mas podría argumentarse todo lo contrario. Abrazo la gravedad tan completamente que me llena de humor que sea posible que cosas tan increíbles pasen. Como el universo conspirando con todas sus fuerzas hace que el acto como tal sea posible.
Todo juega su papel. Las luces, la música que se escuche de fondo, los extra, los imprevistos. Lo único que siempre falta es la máquina que haga los sonidos de suspenso, pero para ello existen los silencios, así que se compensa la cosa.
Esto sin siquiera tocar la parte de las reconciliaciones, donde todos están dispuestos siempre a hacer el mágico borrón y cuenta nueva. De repente todo se aclara, se producen las primeras bromas tontas en conjunto con las situaciones suaves y jocosas, en busca de la simplicidad asociada a felicidad que muchos buscan. Entra una brisa fresca en la sala y los cabellos brillan malévolamente para iniciar el proceso de hipnotismo. Todo es perfecto de nuevo. De seguro en el transistor suena una canción que a todos gusta, aumenta su afinidad, y así van poco a poco llegando a Diciembre, momento en el que se disculpan por el año difícil y muestran sus mejores sonrisas.
Pocas cosas las encuentro más graciosas y sin embargo, continúa la reprimenda.
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