miércoles, 20 de octubre de 2010

Cassiopeia

Mirábanse con tanta intensidad y atención que daban la idea de buscar como resultado la disolución de acuerdos bilaterales entre naciones socialistas, o la posible toma de una villa de inocentes campesinos por la fuerza. La voz de un narrador omnisciente era capaz de detallar sus más minúsculos movimientos faciales y sin saberlo siquiera, eran títeres dirigidos por la actitud de cada palabra zurcida a lo largo de cada oración que les delineaba las comisuras de los labios.

Cabe destacar que al menos eran gramaticalmente estables. Una pareja común de cualidades nobles que comenzaba su romance desde el punto medio de un puente que a su vez, hacía un ameno camino pedregoso sobre un río que parecía estar más compuesto de acuarela que de agua y minerales medianamente salobres.

El viento, una maravilla. Tímidamente se iban reconociendo entre los silencios de su diálogo predecible. Con la ocasión de un almuerzo en fresca compañía de bambúes e insectos cantores, decidieron dejar su romántica posición en la cima del puente e ir por un paseo alrededor del parque más idílicamente ilustrable. Con el ejercicio crecía el apetito de información y comestibles. La cesta oculta misteriosamente en un árbol frondoso y apartado, era parte de la mejor parte del plan del gentil caballero. Una recursión boba que sólo agrega algo de misterio a la trama frondosa que les atañía.

Nuevos datos y risas espontáneas seguidas de rubores. Poco a poco se acercaban al sitio donde un fresco vino joven los esperaba, buscando ser el protagonista de una tarde acontecida de caricias y posibles besos sorpresa. El vino, aguardando ser bebido, generador de todo el drama posterior a aquél día primaveral y lamentado meses después. El arma secreta del escritor que mientras hablaba de su consumo, se mordía y relamía los labios, esbozando una astuta sonrisa al saber que las consecuencias de este acto desatarían finalmente la trama genial de su novela, el mayor logro de su carrera de escritor no estudiado, el próximo nobel lo más seguro.

El mundo que nunca supo absorber el rayo de virtud que lo lavaba cuando él decidía prestarle atención y dedicarle un saludo cortés, sería finalmente apabullado por la bofetada magistral de su creación intelectualmente lujosa. Y cómo no, con oraciones tan largas y complicadas de hilar. Es sabido que el ser enfático en el proceso de exponer las virtudes de creación literaria, asegura (al menos a escritores y cineastas) el éxito rotundo en lo que a popularidad se refiere. Una vez sabido, por lo tanto, es aplicado.

Y qué dicha si más cosas sabidas funcionaran del mismo modo, así requiriesen de una anormal arrogancia en su proceso de exposición, para finalmente llegar al punto de la aplicación sedosa como de pomada para golpes. Qué sentimiento tan completo el de vivir a través del bienestar que genera la seguridad personal, las ideas claras, el suelo que no se mueve. No importa tanto la falta de una sazón exótica si siempre se tiene a la mano algo de sal que aumente la sensación de vida en las papilas gustativas del usuario, sin importar si dichas papilas están en los ojos o en los dedos o en las exigencias de una conciencia altruista o en los oídos educados a lo Tchaikovsky.

Atrapado en tales pensamientos, el caballero de traje veraniego untaba lentamente la mantequilla sobre la primera rebanada de pan fresco, mientras miraba de reojo y con algo de culpa el ceviche preparado por su mujer. Compartirlo con quien pretendía sin saberlo ocupar el espacio amoroso de lo prohibido, cerraba con el primer sorbo de tinto dos cosas de un solo tiro: la traición y el título del libro. Algo casi tan mágico como una constelación aguardando ser descifrada una noche cualquiera.

Alergia.



Si nos justificamos mutuamente, me atrevo a confirmar, nos colamos entre fluidos ajenos y dejamos de importunarnos con frases caóticas.

Hablando de atar el cable a tierra. Hoy, hace calor. Nada más terrenal que el agudo subir de la temperatura a mitad del día y el destronante y brusco descenso casi accidental con que se deja caer sobre las habitaciones. Casi en reparo de algún descuido o alguna tímida protesta por tanto alboroto diurno.

Un llamado a los brazos del día. Confianza. Caer de pronto, felizmente capaz de creer en el soporte. Disfrutar de la vista al cielo raso sin nubes.

Yara, ta ta.

Por queja conocemos lo eterno y basta con una mirada fugaz al suelo para entender las causas de tanta incoherencia. Nadie quiere caer en realidad. Ni esperar tres días enteros por un sonido concertante. Convertimos todo en un pasamano. Soportes, reposos. Llanuras, qué amenas.

Las razones por las que no podemos controlarnos insisten. Pero hay escasos recortes de propuestas terminales regadas todas sobre el suelo al que nos resistimos. Venir.

Ir, por ende, bastante improbable.

martes, 5 de octubre de 2010

Siniestro evento (impunidad).

Impelido con un impulso inicial avasallante, parecía pronto a chocar contra la primera pared que se le atravesara, ignorando cualquier precaución previamente propuesta por su involuntario creador. Aunque la destrucción o cambio de forma del espacio que los contenía normalmente era algo excesivo para los de su clase, se habían visto casos en los que los daños eran inmensos y severos, tildándoseles de homicidas a posteriori.

Sin embargo la sentencia nunca era clara, pues condenarles a muerte era prácticamente imposible y aún así, lo único razonable que hacer la mayoría de las veces. El momento del Juicio siempre se engranaba como un ritual delicado al que se convocaban múltiples jueces. En principio estaba el creador o “El Pensante”; luego se unían poco a poco todos los agentes externos a los que el huésped había dado entrada en la habitación mental.

Entonces tras su primer rebote suave en la parte frontal del cráneo, el primer pensamiento de ese día sintió alivio de no haber modificado drásticamente su hogar. En general no le temía al Juicio pues se consideraba a sí mismo bueno y productivo. Normalmente se disparaba cuando le pegaba la luz de las seis y diez de la mañana y nadaba pacíficamente hasta que los malestares de las tres de la tarde empezaban a alborotar a sus compañeros de cuarto. Pensamientos nada gratos y muy abusivos para ser precisos.

Ese día pues, las cosas no fueron tan senoidales cuando la hora mala llegó de nuevo. Había superado el impulso inicial, había generado chistes inteligentes, e incluso inspirado un par de conversaciones simples y acuosas esa mañana. Pero siempre tenían que venir, y sin embargo y a su pesar, los jodidos Pensamientos Ilusos para agobiar a Pensamiento Solar. Luego de un trabajo arduo por mantener al Pensante con los pies en la tierra, nacía de pronto un caos monumental proveniente de Los Ilusos, a quienes se les antojaba empezar a rebotar por doquier cuando la tarde se adentraba. En la noche, limpieza de rigor. Aspiradora de ideas que luego desechaba todo en el archivo de lo inconsciente.

Un problema no previsto aquella vez, era la intolerancia media de Pensamiento Solar en esa ocasión. Negado ante la perspectiva de ser abusado más tiempo, había decidido hacer su reclamo sin más ceremonia y de una vez por todas. Porque la cuestión era que cada vez que un Pensamiento Iluso rebotaba en la cabeza del Pensante, solía ocurrir una nueva deformación en alguna pared de la testa, y así cualquier orden logrado hasta el momento se podía fichar de una perpetua fragilidad carente de constancia alguna. Pero Pensamiento Solar trabajaba sin descanso desde el alba, todo día existente.

Los reproches comenzaron a exaltar más y más a los Pensamientos Ilusos de la tarde en cuestión. Mientras la discusión entre orden y libertad se intensificaba al ir y venir de los rebotes, la actividad cerebral crecía y un Dolor de Cabeza tocaba la puerta de la sala enérgicamente. En el punto álgido de la discusión un Pensamiento Iluso argumentó con un rebote más bien violento, que su existencia estaba totalmente basada en el apego y la lógica. Proclamándolo su lider, los demás lo siguieron en su argumento y decidieron que la mejor idea era saltarse la posibilidad de Juicio ese día en particular. Siniestro evento.

El canibalismo mental es algo poco visto entre los pensamientos. Mas esa vez Los Ilusos hicieron un pacto del cual nunca se habló de nuevo. Se comieron a Pensamiento Solar a mordiscos de libertad y futura paz, quitándole así la tierra del día siguiente al Pensante quien, por demás, sintió una grave desorientación al despertar pero ninguna sospecha de los hechos ocurridos el día anterior. Es así como de vez en cuando sucesos tales quedan impunes en tantas, tantas cabezas y como si nada.