lunes, 18 de abril de 2011

Conmemorexión. Dorados 50.


Conversaciones. El Grinch negro y el Mimo que se volvió loco.


Grinch: Soy un Grinch confundido. No estoy tan seguro de mi mismo como la gente piensa.

Mimo: Créeme, yo también soy un Grinch confundido.

G: Pero tu no eres un mimo?

M: No. Quería ser un Memo, pero la gente de Zoé me lo bajó mal.

G: Yo quería ser un pez.

M: No chamo, Juan Luis Guerra es pedófilo de peces.

G: Estás esperando que te diga algo? I wont.

M: Quieres practicar mímica psicodélica?

G: No, quiero comerme un niñito verde.

M: Tú solías ser un niñito verde. Y peludo.

G: Ya sé.

M: Qué? O.o

G: Vamos a destruir la Navidad.

M: Marico, qué cliché. Dale, después hacemos mímica en la plaza. NOT. Tenemos que ser más indies.

G: Por qué tú eres el mimo cul? AH?

M: Lo siento u.u

G: Ya no puedo más. Tengo memoria corta. Como de cassette.

M: Los cassettes tienen memoria?

G: Duh.

M: Duhduh.

martes, 12 de abril de 2011

La verdadera bitácora de los muertos. Resumida.

Vamos a darle duro al teclado. Al ritmo de Vía Láctea.

Lo primero es Nano. Cuando Nano se fue el año pasado, y la perspectiva de no verlo en los siguientes 5 o 6 meses me exprimió el pecho como si fuese un coleto mientras Marly hacía todo lo posible por calmarme, pensé que estaba alcanzando un punto máximo de apego. Del que me iba a desprender en ese mismo período de tiempo, o en su defecto, en el transcurso del viaje en bus de Caracas a Puerto La Cruz en el que me subiría paresuradamente, después de despedirme a las escaleras de la entrada de su edificio en las nubes nevadas. Del que jamás sabría de nuevo más que en un recuerdo agridulce de tiempos ausentes. De conversaciones que seguro volverían con más fuerza. Nano siempre fue mi primera valentía. Mi primer riesgo universitario. La primera osadía de quitarse la muralla solitaria y joven y atreverse a conocer algo nuevo en la siguiente gran burbuja.

La verdad es que Bernardo fue mi siguiente paso. Mi atrevimiento cuando quise confirmar que había algo más allá que el colegio y las soledades inmensas que dejaba atrás. Porque si, el colegio es sólo y frío y empedrado. Pero sí que conocí grandes personas ahí. Entonces este año él se va de nuevo, o se fue, lo que sea. Y resulta que probablemente justo en ese momento nos convertimos en conjuntos presenciales bastante disjuntos y siento que jamás le hice saber cuánto lo extrañaría realmente. Cuánto lo he necesitado a veces. Cuánta falta me hace la sinceridad plana que es tan fácil de alcanzar hablándole, riéndole. Claro, algo en mi se tranquiliza con el pensamiento de que mi afinidad con él habla por si sola en dirección a sus posibles dudas, si es que existen. Cómo hubiera querido dejarle una cicatriz, una quemadura. Abrirle un hueco en su cabeza con una caricia mientras manejaba. O desintegrarle una mano viendo Episodio III. O volarle la mejilla de una cachetada mientras dibujábamos el principio divino. O escupirle agua bajo la lluvia y el camino más largo a casa. O guardarle en un frasquito poroso un poquito de llanto sano. Eso por Nano. Claro que te extraño. Así de grande. Recuerdo el día después del concierto de Incubus. Y la presentación en los vivenciales.

Glebys. Es como invocarla. Nada más. No contaminación. Sólo soda y libertad y su nombre. Recuerdo el concierto de Soda a su lado. Y los ponqués de limón.

Lo siguiente es Marly. No sé, porque se me antoja que sea lo siguiente. Hace más o menos un año Marly era atmósfera y aire cotidiano. No es que no lo siga siendo. Ella sabe lo omnipresente que logra ser. Muchas cosas sentí, hice y logré con Marly. Mucho daño también le hice y mucho busqué dejar de flagelarme al respecto. Tan simple como que las responsabilidades compartidas siempre fueron un tema delicado. Las canciones, los días, los paseos. Los impulsos. Los destellos tan brillantes de luz a su lado. Todo tan guardado y tan limpio. Tan ajeno a sucesos posteriores tan desencajados. Las etapas crecientes y decrecientes con ella, como un concierto entero de Brandeburgo o un Benedetti recitando sus Pitucos.

Dicho sea de paso que las cuentas parecen nunca estar saldadas. Que al partir, al desintegrarme, al anochecer y al dormir intranquilamente, siempre puede colarse una memoria afilada a su lado. Siempre apreciaré en mis sitios sus citas, sus libros, sus canciones. Sus dramas. Su modo tan explosivo de querer. Su violeta. Sus barcos de papel, que no se mojan. Extrañarla. Sencillo. Cotidiano. Recuerdo el concierto en el Teresa Carreño. Y almorzar en el descanso de la ferretería.

Ariadna. No sé ya cuánto tiempo llevo maniobrando pensamientos acerca de ella. Una niña sensible y perceptiva y delicada. No podría enumerar la cantidad de veces que he llegado a la conclusión de que Ariadna en verdad está muy por encima de dramas excesivamente mundanos que en cambio a mi me agobian insanamente. Que su sensibilidad excesiva a veces proviene de un lugar primariamente amoroso y simple. Que me resulta misterioso por demás. Ariadna es una pieza clave que se da mucho menos crédito del que en verdad tiene. Lo que no quiere decir que sus picos de sensibilidad no sean a veces preocupantes. No dejan de hacerla adorable.

La simpleza de su modo de hacer las cosas. La facilidad que tiene para sacar conclusiones acertadas con argumentos tan claros y poco elaborados. Lo terrestre que es. Al menos respecto de mi. Cómo percibe cambios, como los huele. Cómo se hiere. Cómo es leal. Cómo deja que cosas se desenvuelvan hacia ella de modo natural. Como aprecia cosas realmente tontas. Como es capaz de ser tan buena compañía. Cómo es que Ariadna se cala tantas webonadas. Cómo me y nos quiere. Y quiere al webón ese. Cómo la quiero. Bueno, y cómo se viste. Y cómo es torpe y excesivamente jodible porque pienza. Siempre que mi humor ha cambiado por alguna cosa, Ariadna se ha dado cuenta. Y su reacción: delicadeza. Claro que la extraño. Ya. Aunque la muy perra dice que nunca le hablo, que nunca le paro bolas. Nojoda. Cómo hablo de ella. Recuerdo los zapatos que me pintó, y la libretita de los Beatles. Recuerdo el picnic en la represa.

Charles está en la playa. Es mi hermano.
Charles me conoce hasta el suspiro más lejano. Charles llegó a casa una noche y ni siquiera abría los ojos. No hacía sonidos. Era muy caliente. Sus ojos crecieron infinitamente, y sus pestañas y su carácter fastidioso. Charles es gracioso. Inteligente. Feo. Peludo. Necio. Terco. Maneja malísimo. No sé quien pueda ser mejor persona. En el mundo. En cada habitación que lo ha tenido durmiendo y oliendo mal. Recuerdo quedarnos dormidos en el bus San Francisco-Oakland a las 5 de la mañana. Miedo.

Liseth. Impresionantemente. Constantemente. Recuerdo los episodios de nuestra serie propia.

Evelio. Una decantación. Maldito. La mayor cantidad de tiempo que he pasado sin verlo ha sido una semana. No se me sale de la mente. No lo supero. Hay una cantidad inmensa de gestos asociados a Evelio. De días que sólo lo contienen. De conversaciones que parecen a veces nunca haber ocurrido. Reflejos de una compañía excesivamente completa. Un lenguaje configurado con paciencia que me une a él y que me hace a veces no entender por qué la gente no lo entiende. Momentos de tensión. Una pelea esporádica. Una metida de cuchillo aún más esporádica. Un congelamiento de escenas sujetas a sensaciones muy intensas. Caídas. Risas. La tapa de un alcantarilla. Decidir dejarlo ir.

Mentiras. Entender el significado de ellas con Evelio es sencillo. Conexiones no tan fuertes, no tan tontas. Cosas que forjan el carácter. Lo miro y demasiadas veces logro verme. No me resulta molesto o perturbante ya. Sólo a veces mirando eso que es mío y de él y de nosotros tan exclusivo y tan idiota, me pega la pálida de necesitarlo. De querer encogerlo. Puedo sentir demasiado los hilos que nos unen, atravesarme de vez en cuando. Y se graduó. Y defendió su libro. Y Ari le hizo una belleza de cosa. Y si Evelio llega a no ser feliz lo que voy es a darle unas patadas. Extrañarlo, bueno. Supongo. Como si tuviera opción. Recuerdo la compota, el foamy y la primera cervezada.

Mrs. Nitro. Veré la película cuyo nombre se parece mucho a la palabra Frisbee, siguiendo su recomendación. Honro su memoria escribiendo en la cuestión blogeal que comparto con ella. Entiendo que se transforma. Considerando que ahora en lugar de pensar en lanzarse, piensa en recibir algo por la ventana. Un boomerang, un meteorito. "No hay dolor" = risa. Claro que le extraño/ré. Claro que este blog ya tiene muchas cosas de ella así que podríamos abreviar en algo sencillo. Simple. Patricia, es fulminante. Recuerdo el señor tocando armónica en el jardín del museo de bellas artes o artes contemporáneas, ese. Y los lentes defenestrados. Surplus.



P.D: Este testimonio indica principalmente que el libre albedrío no existe. Oh, shocking. Me hubiera gustado poner algo así en la cápsula.

S. Carey - "In The Dirt" (Official Video)

We're about to crack.